Últimos días en Martinica

Tras el nacimiento de Cloe y la marcha de nuestra querida amiga Kany (agosto), todo vuelve a la normalidad. Quiero decir que el reajuste familiar resulta muy sencillo y todos nos adaptamos bien a los cambios surgidos al incorporar un nuevo miembro tanto a la familia como a la tripulación. Sobre todo Julia nos sorprende favorablemente al aceptar a su hermana y su nuevo rol de hermana mayor. Para Julia supuso dejar de dormir con mamá y pasar a un nuevo espacio con su papá (mesa del comedor transformada en cama). Y sobre todo compartir la atención de su madre con su hermanita. No sufrió en este sentido porque además de estar preparada, papá estaba para atenderla en exclusiva cuando ella lo necesitase. El cambio de tres a cuatro resultó armonioso.


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La época de huracanes comenzó en Junio, Cloe nació en Julio así que aunque estábamos muy abstraídos con el nacimiento nunca dejamos de estar pendiente del parte meteorológico, cruzando siempre los dedos para que no llegase ningún temporal antes de estar preparados para huir

No fue hasta mediados de Septiembre cuando tuvimos una alerta seria por el huracán María. Las probabilidades de que rozase Martinica eran altas así que tuvimos que tomar una decisión, quedarnos en tierra (las niñas y yo) o salir todos con Voyage hacia las islas del sur. Cloe tenía apenas dos meses y nunca habíamos navegado con ella. Finalmente fuimos precavidos y decidimos  salir toda la familia hacia St. Vincent, sería una oportunidad para comprobar  como Cloe se comportaba a bordo. Preparamos el barco para poder navegar y las provisiones de comida y agua para unas semanas. Hicimos el viaje en etapas, pasando la primera noche en Sta. Lucía (Rodney Bay) donde coincidimos con un barco amigo (Loreley). Intercambiamos información sobre la evolución del huracán y sobre nuestros planes, ellos decidieron permanecer en esa isla (dentro de una marina) hasta que todo volviese a la calma. Sin embargo, nuestro capitán Adrián, no quiso arriesgar y pensó que un poco mas al sur nos dejaría fuera de cualquier efecto del temporal. Así que al día siguiente navegamos unas millas más, rumbo a St. Vicent. Buscamos una bahía protegida (Young Island) y anclamos. No había demasiados barcos, lo cual me hizo pensar dos cosas; que no fuera un buen refugio o que realmente estábamos muy lejos de la zona en alerta. De cualquier forma, nosotros no íbamos a movernos más. Sólo quedaba esperar.

adrian y julia

yocloemochila

Dos días después  (18 de septiembre) notamos los primeros efectos de María. El viento cambia de dirección y el tranquilo mar se llena de olas, estamos preparados. El barco se mece más de lo habitual,  Adrián cambia de posición el barco para disminuir el impacto de las olas sobre Voyage. Las niñas están tranquilas, Julia parece haber vivido esta situación otras veces, lo afronta con serenidad y Cloe al ser aún tan pequeña la llevo en la mochila, pegada a mi pecho, su lugar de seguridad y confort. Transcurrida la noche, solo queda la resaca que poco a poco se va disipando volviendo todo a la normalidad. No ha habido daños de ningún tipo. Solo un dingui hundido. Permanecemos en la isla unos días para descansar y disfrutar de un nuevo entorno.Transcurrido ese tiempo, regresamos a Martinica haciendo nuevamente parada en Sta. Lucía, donde permanecemos otro día antes de regresar a nuestra rutina. 

De vuelta en “Le Marin” nos informan de los daños ocasionados por el huracán, aunque sí los hubo, nada que ver con lo que María había ocasionado en Dominica, Guadalupe, Monserrat, San Kitts y Nevis, Islas vírgenes tanto británicas como estadounidenses y Puerto Rico, un auténtico desastre del que aún se están recuperando.

El resto de la temporada (hasta el 30 de noviembre) hubo otros avisos pero ninguno nos obligó a volver a huir ni volvió a causar tantas pérdidas.

Una vez todos en casa sanos y a salvo, tuvimos que retomar algunos asuntos pendientes, como el pasaporte de Adrián, el pasaporte de Cloe… sin estos documentos no podíamos hacer planes futuros de movernos. El pasaporte de Cloe lo resolvimos a través del cónsul honorario de Martinica, a principios de Octubre.

Lo más complicado de resolver fue el pasaporte de Adrián, llevábamos un año detrás, presentando papeles y más papeles para finalmente tener que viajar a París a buscarlo. Intentamos evitar este viaje a toda costa pero no hubo forma. No me hacía gracia tener que quedarme sola en el barco en plena época de huracanes con las niñas, pero no podíamos retrasar más el tema de la documentación así que decidimos que Julia acompañase al padre. Yo me quedaría a solas con Cloe, una experiencia nueva para mí y para la bebé. El viaje sería en Octubre.

En el fondo me apetecía, por disfrutar y conectar sin interferencias con las necesidades y ritmo de la peque. Para Julia el viaje a París resultó ser su regalo del 6º cumpleaños. Como era de esperar le hizo muchísima ilusión, no solo por viajar a solas con papá sino porque tenía mucho interés por conocer la torre Eiffel.

Una vez tomada la decisión y con los billetes en la mano, Adrián empezó a prepararme el barco con provisiones, agua, colocó una segunda ancla, dejó anotada como hacer algunas maniobras y dejó a varios amigos encargados de avisarme en caso de que viniese otro temporal. También habíamos hablado con una amiga por si hubiese hecho falta ir a tierra y a su casa .

Finalmente viajan la primera semana de Octubre y no solo cumplen con las dos misiones (pasaporte y ver la torre) sino que tienen un feliz reencuentro con Gissel, la hermana de Adrián. Vuela desde España a París aprovechando la “cercanía” para pasar con ellos unos días. Pero las experiencias de este viaje no acaban aquí sino que la tía Gigi sorprende a Julia llevándola a DisneyLand. Julia que no tenía conocimiento de la existencia de estos parques vivió la experiencia con mucha magia. Mientras tanto yo en Martinica disfrutando de mucho silencio, de largas lecturas y de mi bebé.

juliparis

disneygigiparis 
Por fin, resuelto todos los trámites de documentación, empezamos a plantear nuestro siguiente paso. Aunque estábamos a gusto en Martinica, empezaba a pesarnos la rutina. La idea de vivir en un barco conllevaba poder viajar, lo cual nos apetecía a todos. Sin embargo seguir nuestro viaje en Voyage nos planteaba dudas. Por un lado,  nos dimos cuenta durante estos meses con Cloe a bordo que Voyage se nos quedaba pequeño y por otro lado que navegar no nos apetecía demasiado, sobre todo a Julia y a mi , realmente nunca llegamos a disfrutar de las navegaciones, porque nunca dejamos de marearnos. Fue entonces cuando planteamos dos opciones: comprar un barco más grande o ir a tierra. Fuera cual fuese la decisión lo que teníamos claro era que nuestra etapa en Voyage llegaba a su fin. Solo la idea de su venta nos movía por dentro… pero nuestra filosofía del desapego nos ayudó a centrarnos en su venta. Antes de que esto ocurriese teníamos un viaje pendiente.

En Diciembre viajamos a Uruguay para presentar a Cloe a su familia paterna y descansar de lo que fue una temporada de huracanes llena de tensión y por supuesto para celebrar que ya de nuevo teníamos todos pasaportes que nos permitía nuevamente “volar” libremente. Disfrutamos de los meses de verano uruguayos, los cuales compartimos con  amigos y familia de Adrián.

uruguay


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Al poco tiempo de nuestro regreso de Uruguay, concretamente durante el mes de marzo, Cloe con tan solo 9 meses echa a andar… Esto supone una nueva etapa en la forma de estar en el barco nunca antes vivida por mi.  No sé si el barco en sí la estimuló a andar tan rápido o fue su propio ritmo,  El caso es que aprendió a caminar al mismo tiempo que gatear. Como dije antes, ésto supuso un antes y un después, fue el final de mi tranquilidad. Hasta entonces el barco era un lugar seguro en el que yo podía confiar y donde pasaba muchas horas al día. Pero desde ese momento no pude relajarme ni un segundo, no solo porque era capaz de subir las escaleras hacia el exterior sino porque al tener todo a su alcance abría todo incluso lugares de herramientas de Adrián y aquello que pillaba corría el peligro de caer por la borda…. Su hermana que antes jugaba tranquila sobre la cama o sobre los sofás del salón dejó de tener un refugio donde jugar y guardar sus tesoros. Cada vez estaba más claro que teníamos que poner en marcha un plan B. A pesar de que en este tiempo no me convertí en marinera, decidimos darnos otra oportunidad y probar con un barco mayor.  Adrián como de costumbre en cuanto decide algo se pone manos a la obra y encuentra lo que buscaba en Panamá. Sin pensarlo dos veces compra billete para ir a verlo. En esta ocasión me vuelvo a quedar en Voyage con las niñas, pero ya sin peligro de temporales.

El barco le gusta y aunque hay que hacerle arreglos, decide dar el siguiente paso, comprarlo. En el trámite de la transferencia monetaria surgen algunas complicaciones que hacen que Adrián cambie radicalmente de opinión dando marcha atrás. Adrián es una persona que se deja llevar por la intuición y en esta ocasión el hecho de que una simple transferencia resultara complicada lo interpretó como una señal para replantearnos nuestro futuro.

Después de muchas reflexiones, Adrián me transmite su intención de vender Voyage y marcharnos a tierra. Me pilló totalmente de sorpresa y me deja en shock por unos días puesto que yo me había mentalizado en continuar en el mar viendo todo lo positivo que nos aportaba. Una vez asimilada la noticia, coincido con Adrián que fue una decisión acertada, al menos en ese momento y teniendo en cuenta la necesidades de todos nosotros. Ahora bien, tierra sí, pero ¿dónde? Y qué hacer… Eso estaba por ver, de momento con la intención de vender a Voyage teníamos que plantearnos hacerle unos arreglos sobre todo estéticos, para facilitar y acelerar la venta. Y sobre todo nos propusimos disfrutar de la isla y de nuestros amigos  antes de dejar atrás esta maravillosa etapa caribeña.


amigos

yoychar

cascada

Y así lo hicimos, recorrimos algunos rincones de la isla, compartimos comidas, charlas, baños …. y entre tanto íbamos planeando las reformas del barco. Según Adrián la mejor época para vender embarcaciones era en el inicio de la temporada del cruce (cuando las embarcaciones dejan Europa para cruzar el Atlántico llevados por los Alisios), así que planificamos tener el velero listo en noviembre. Para que esto fuese posible tuvimos nuevamente que tomar decisiones y en esta ocasión implicaba que las niñas y yo deberíamos estar fuera del barco para dejar al capitán desmantelar y trabajar a sus anchas. Tampoco fue difícil asumir la decisión, porque era una oportunidad para volar a Lanzarote y ver a mi familia que aún no conocían a Cloe. Así que de Junio a Octubre estuvimos las tres, en nuestra base, Lanzarote, rodeada de familia y de amigos. El tiempo pasa rápido cuando lo vives intensamente y cuando tienes una fecha de retorno, más aún. No obstante, la idea de cerrar la etapa en Martinica e inventar nuestro siguiente paso era algo muy emocionante. Así que en Octubre regresamos para reencontrarnos con Adrián y para despedirnos de Voyage. El barco estaba listo para vender, parecía otro. Adrián había hecho un gran trabajo como siempre. Pintó algunos muebles de blanco, cambió el techo que estaba caído y colocó unas puertas donde antes solo se veía desorden y acumulación de cosas… nuestra última etapa en Voyage sería en un barco a todo lujo.

Fueron unos meses muy intensos porque no sabíamos cuánto iba a demorar la venta y qué íbamos hacer con nuestras pertenencias. Tampoco dónde íbamos a ir después… ésto último fue lo primero que se resolvió. Un factor determinante a la hora de tomar la decisión de nuestro siguiente destino fue encontrar un proyecto educativo libre en Sudamérica. Y lo encontramos en Ecuador. Me encantaba la idea de vivir un tiempo en las montañas. Un cambio radical.

Teníamos ya billetes, por tanto una fecha para abandonar Martinica. Lo que aún estaba por ver era si volveríamos o no a por nuestras cosas. Voyage decidiría esta cuestión. Afortunadamente todo salió sobre ruedas. Fue poner el barco a la venta de forma oficial y no tardó ni una semana en aparecer el primer y último interesado. El barco se vendió a la primera. Y por suerte el comprador nos dejó un mes para poder vaciarlo. Ésto fue un ejercicio de desapego, porque al viajar directamente a Ecuador y no tener que regresar a la isla. nos obligaba a compactar nuestras cosas en el equipaje permitido. Adrián vendió todas sus herramientas, muchas cosas las regalo. Julia también tuvo que regalar todas sus cosas. En definitiva nos deshicimos de muchas cosas materiales que habían formado parte de nuestra vida a bordo.

Fue un poco estresante y emocionante a la vez… porque parecía una prueba a contrarreloj. Cuando llegó el día de abandonar el barco muchas emociones se mezclaron, por un lado satisfacción de haberlo conseguido (vaciado y limpieza) y por otro, mucha pena. Había sido nuestra cáscara de nuez y nos brindó muchos buenos momentos… y desde el momento que saliéramos, dejaría de ser nuestro hogar para pasar a ser el de otros.

velerovoyage


Unas lágrimas corrieron por nuestras mejillas, pero al llegar a tierra desapareció el desazón, porque la vida continúa y porque en breve, daría comienzo  un nuevo capítulo de nuestra vida, lleno de nuevos personajes, aventuras y aprendizajes…. VILCABAMBA (ECUADOR).

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