PASO Nº 4 Varada 1
Después de muchas charlas de pareja y de trabajos realizados, decidimos que era la hora de varar el barco. Ésto implicaba: buscar un puerto, hacer una estimación de tiempo y dinero y lo más importante, que yo dejara de trabajar para que Adrián pudiese dedicar el tiempo necesario en el barco. La fecha para llevar a cabo todo eso, sería junio del 2014, aprovechando que yo finalizaba contrato.
La mejor opción fue La Graciosa, no solo porque era un lugar conocido y cerca de casa, sino también, porque mi cuñada (hermana de Adrián) suele venir desde Uruguay todos los veranos a esta islita para hacer mercadillo. Este año además se sumaba mi suegro, Walter. Siendo ésta la primera vez que venía a Europa, no podíamos ausentarnos a otro puerto más lejano. Sería un verano interesante para todos, pero a la vez nos afrontábamos a muchos cambios. Una vez más, teníamos que encajar nuestros planes de arreglar el barco con las sorpresas y los imprevistos que nos brindaba la vida y que por supuesto no habíamos tenido en cuenta. Así es la vida, un continuo ajuste y reajuste.
Por tanto, antes de partir, esperamos la llegada de mi cuñada Gisselle, dejamos pasar unos días más para que descansase del largo viaje y organizase todo su material. Adrián atraca el barco en el nuevo puerto de Arrecife, la carga del barco en esta ocasión implicaba mucho material pesado y no sería fácil con el barco fondeado, aún atracado en el pantalán fue bastante complicado y duro el traslado de todo (herramientas, materiales varios, equipaje de Gisselle, enseres, agua, comida...). Teniendo en cuenta que en la Graciosa no hay establecimientos para conseguir materiales (sólo se encuentran cosas básicas de ferreterías). Adrián tenía que llevar todo lo que pudiera necesitar. Tuvimos que hacer varios viajes en coche hasta la entrada de los pantalanes, aún no terminados, quedando un buen trecho a pie y cargando todo a mano.
Una vez todo dentro del barco, el 4 de julio zarpamos a las 11:00 de la mañana. El pronóstico no era del todo malo, pero nos encontramos con el viento en contra, obligándonos a ceñir todo el tiempo. Hacía frío a pesar de la fecha, la sensación térmica en el mar es mucho mas baja que en tierra. Enseguida notamos los efectos del movimiento, Julia como de costumbre se mareó y duerme encima mía. Mi cuñada también sufre los efectos del mareo. Y no crean que no tomamos precauciones, todos tomamos biodramina. Yo tardé 6 horas en marearme, y todavía nos quedaba la mitad del camino, cuando ocurrió, comenzó mi declive. Mi cuñada lo llevó mejor, se recostaba y tomaba aire, yo sin embargo con Julia en brazo no tenía mucho margen de maniobra, no podía moverme libremente para buscar una postura que me aliviase, entonces decidí entrar dentro con ella para acostarnos en la cama. En la bañera no había espacio y mi cuerpo me pedía estar en posición horizontal. Adrián, con toda su tripulación en mal estado se sentía obligado a tener que afrontar la situación solo. Hubo un momento en el que se me saltaron las lágrimas porque Julia estaba mal y yo no tenía fuerzas para atenderla, en ese instante mi hija tumbada a mi lado me dice con voz tranquilizadora “ mama no pasa nada, yo estoy bien”. Cada vez que recuerdo este momento se me saltan las lágrimas nuevamente, por un momento cambiamos los papeles, una niña de casi tres años era la que tranquilizaba a una mujer de 37 años. Desde su nacimiento he sentido que Julia es mi pequeña gran maestra.
En ese estado de semi inconsciencia pasamos el resto de la travesía (6 horas más). Llegamos al puerto de la Graciosa a las 12 de la noche. Allí nos esperaba no solo el guarda del puerto sino también un amigo, ambos ayudaron a Adrián a realizar las maniobras de atraque. Aquel recibimiento fue un bálsamo para todos nosotros. En cuanto tocamos tierra desaparecieron todos los males y pudimos reponernos con algo de comida antes de entrar en un profundo sueño.
Transcurrieron 10 días en el pantalán mientras resolvíamos con los operarios de la grúa y con la administración del puerto, el día de la varada.
Ese tiempo en el pantalán fue muy agradable a pesar de que el barco estaba patas arriba. No era posible ordenar nuestros enseres porque Adrián necesitaba espacio para herramientas y espacios desalojados para arreglar. El 14 de Julio varan el barco. Adrián ya había pensado y preparado lo necesario para calzarlo de una forma que había ideado él mismo. Normalmente en este puerto lo hacen con palets y troncos de maderas, pero de esta manera quedan partes del casco sin poder trabajar. Adrián fabricó unas piezas de acero inoxidable que atornilla en el casco (en la banda un poco antes de la cubierta) donde encaja unos puntales de obra, reformados para este fin.
La Graciosa es un lugar maravilloso para descansar, pasear y disfrutar de hermosas playas pero, para mí dejó de serlo después de un par de semanas, no me apetecía estar bajo el sol con Julia y en el pueblo tampoco había muchas opciones que elegir. Pasábamos un rato con mi cuñada en su puesto, paseábamos, pero al final todo aquello se nos hacía pesado y cansado. El no tener libertad de movimiento me incomodaba hasta el punto de cambiarme el humor. Ahora, a tiempo pasado me doy cuenta que sufría los efectos de un cambio de ritmo, dejé de tener mi espacio propio para estar todo el día con Julia en un terreno en el que no me sentía a gusto y en el que no contaba con el apoyo de otras madres de mi tribu.
Todos los días eran iguales, salíamos cuando Adrián comenzaba a trabajar y volvíamos al barco para cocinar y tras un breve descanso, de vuelta a la calle. A pesar de mi estado emocional permanecimos al lado de Adrián todo Julio porque sabíamos que para él era importante nuestra compañía.


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