Anclados en Store Bay
¿Por qué seguimos todavía fondeados en Store Bay? A parte de no tener prisa ni ruta a seguir, existe otra razón; la rodilla de Adrián. La traía tocada desde Mt Irvine, pero después de poner un poco de orden en el Voyage sufrimos un percance que la ha empeorado. Nos disponíamos a buscar agua a la playa donde se ubican las duchas y los grifos para enjuagar los pies. En la orilla de dicha playa normalmente rompe las olas con bastante violencia pero hasta la fecha nos la habíamos ingeniado para bajar sin más problemas que terminar mojados hasta los sobacos. En esta ocasión, Adrián bajó primero para sujetar el bote proa a las olas y evitar que entrasen en él. Después lo hice yo, acto seguido nos sorprendió una ola, y ví como Julia saltaba del bote, pensé que caería fuera, pero no lo hizo. Adrián quedó debajo del bote, golpeándole éste al salir del agua. Vino aún otra ola de la misma serie e inmediatamente (como un resorte) cogí a Julia que tenía una expresión de terror en su cara. La ola nos volvió a sumergir pero enseguida pudimos salir. Tras este desastroso desembarco, Adrián esta más dolorido y Julia por unos días no quiso volver a esa playa.
Como consecuencia a este incidente, es mejor que Adrián haga reposo absoluto para que la pierna mejore y esperar a que se encuentre bien, lo suficiente para poder faenar y no tener una recaída. Pero es difícil descansar, teniendo en cuenta que vivimos en un barco y tenemos una hija de 4 años que requiere mucha atención y movimiento.
El tiempo ha empezado a cambiar, estamos entrando en la época de lluvias y los días soleados se intercalan con días lluviosos. Esta novedad nos ha roto la rutina, hemos incorporado a nuestras tareas el recoger agua de lluvia de los toldos. Toldos que colocó Adrián en su día para tener un poco de sombra en la bañera (parte exterior del barco). Hay días que recogemos hasta 30 litros. Esta agua la aprovechamos para lavar ropa y para darnos baños que nos quite la sal que tenemos encima.
Siguen apareciendo barcos que permanecen unos días y luego se marchan. Los únicos que hemos permanecido más del mes, hemos sido: nosotros y el barco de los brasileños (Paulo y Luisa). Ellos lo hacen porque encontraron trabajo pronto, casi desde la primera semana de su llegada. Están aprovechando para hacer algo de dinero antes de continuar su viaje. El hecho de que hayan encontrado un empleo en poco tiempo es para nosotros una buena noticia, porque nos augura que cuando lo precisemos encontraremos la manera de sufragar nuestros gastos.
A parte de relacionarnos con Paulo y Luisa, una vez por semana fondea a nuestro lado un barco de pescadores de Trinidad que de encontrarnos varias veces nos han cogido cariño. La última vez que estuvieron aquí nos regalaron tres huevas enormes y nos prometieron que la próxima vez nos traerían pescado. Confieso que no me atreví a probarlas pero Adrián y Julia se hincharon a comer croquetas que preparé con ellas. Mientras eso suceda, Adrián sigue intentado pescar sin éxito hasta el momento. Desde nuestro atún, el único pescado que hemos probado ha sido los que se han colado en nuestro bote. Hay pececitos que saltan saliendo a la superficie escapando de algún depredador, con tan mala suelte que algunos caen directamente dentro de nuestra pequeña embarcación. Comérnoslo era lo mínimo que podíamos hacer después de tal sacrificio.


No solo la lluvia ha cambiado mi rutina, el reposo de Adrián implica que él no pueda realizar ciertas actividades que asumo yo como; realizar la compra, rellenar garrafas de agua y acompañar a Julia todas las tardes a la playa. Para poder hacer todas estas tareas me he tenido que poner las pilas con los remos. Ya podemos salir Julia y yo cuando queramos sin la necesidad de la ayuda de Adrián, pero vamos a la playa que no tiene olas (como dice Julia), la que no tiene duchas, y está situada al otro lado del hotel. Los días que hay viento se complica un poco, hay que darle fuerte a los remos, pero con el bote que tenemos, aunque tarde más, consigo llegar. Hay que destacar que tener un buen bote es algo esencial e importante para llegar a tierra.
Luisa (la brasileña y vecina), que cuenta con una zodiac, ha tenido días que no ha podido llegar a la playa. Un día que tenía el motor estropeado, salíamos nosotros a la cubierta y pudimos ver como el viento la empujaba mar a dentro sin que ella, con un remo, pudiera hacer nada para evitarlo, tuvo que ir Adrián en su ayuda y remolcarla hasta la orilla. Naturalmente a partir de ese día repararon el motor que tenían estropeado.

JULIA MONTADA EN SU CABALLO
Me estoy acordando mucho de una familia británica que conocimos en La Graciosa que iban a realizar el cruce del Atlántico con dos niñas pequeñas. Cuando le pregunté si no le preocupaba que le ocurriese algún percance a las niñas durante la travesía, ella me respondió que el tema salud no le preocupaba en absoluto sino que lo que realmente le preocupaba era ¿cómo iban a entretenerse durante tanto tiempo?
PRACTICANDO TIRO AL AGUA
Julia echa mucho de menos a sus amigas. Esa es la única razón que hace que queramos movernos hacia otra isla donde hayan más veleros y sea posible coincidir con otras familias que tengan niños y estén en nuestra misma situación. Por lo demás estamos muy a gusto en Tobago, es más se nos ha pasado por la cabeza pedir una prórroga de nuestra visa por tres meses más. Nos han dicho que no es difícil conseguirla. Los trámites de entrada y sellado de pasaporte tanto para Adrián que entro por mar como para nosotras que lo hicimos por aeropuerto no fueron nada complicado. Yo temía que nos pusieran obstáculos en la entrada por volar solo con billete de ida y con una carta que nos dejó preparada Adrián como patrón del velero Voyage, en la que declaraba que: “desde nuestra entrada en Tobago se hacía responsable de nosotras y que saldríamos navegando hacia Granada tras finalizar nuestra visa”. No obstante, esto fue suficiente para que nos dieran la bienvenida. Lo digo para información de cualquiera que se pueda encontrar está en esta situación.
A aparte de todas las actividades mencionadas, disponemos de tiempo para nosotros que empleamos para leer, estudiar inglés, conversar, reflexionar. Pienso mucho y me acuerdo de todos mis amigos y familia a los que echo de menos. Sin embargo, me considero dichosa por estar viviendo esta experiencia que me permite volver a concectarme conmigo misma y con la naturaleza, en compañía de mi familia. Se que en la vida hay que elegir y ahora lo estoy haciendo, decido vivir mi vida como lo siento sin sentirme mal por ello.


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