El Perenquén, un espacio libre

Hablemos un poco de Julia. Desde Mayo del 2015 acude al Perenquén, una escuelita activa o de pedagogía libre que está dando sus primeros pasos en esta isla. Entrar en ella supuso para Julia estar en un espacio sin la presencia de sus padres. Como siempre que afrontamos un cambio en nuestras vidas, necesitamos un periodo de adaptación, el nuestro fue así: ella necesitó de mi presencia y yo necesité permanecer en el espacio, esta necesidad duró hasta final de curso, julio. Requerí todo ese tiempo para darme cuenta que mi hija estaba preparada para disfrutar de ese espacio sola y yo, para recuperar tiempo para mí. Esta experiencia está resultando muy positiva para ambas. No es solo una separación, son momentos de crecimiento personal. Reflexionando a posteriori sobre como vivimos la adaptación a la escuela, llego a la conclusión de que me costó más a mí que a ella, fui yo la que insistía en permanecer a su lado. Pensaba que mi hija estaba muy apegada a mí y resultó que era a la inversa. Tanto tiempo dedicándome exclusivamente a ella ha hecho que me olvidara que tengo otro tipo de necesidades personales, las cuales están empezando a aflorar ahora que mi hija y yo nos vamos separando y consecuentemente ocupando cada una nuestro lugar en el mundo.
Este curso que inició en septiembre, Julia no ha necesitado acompañamiento de sus padres, desde el primer día nos ha despedido con un beso. Este hecho cobra una gran importancia y nos hace sentir bien tanto a su padre como a mí, porque seguimos hacia adelante en el proceso de desarrollo sin lágrimas ni sufrimientos.
A pesar de que el pensamiento colectivo actual es escolarizar a los niños a los tres años sin acompañamiento, hemos podido respetar nuestro ritmo y esperar a que Julia estuviese preparada para afrontar en este caso la asistencia a una escuelita. Aunque finalmente hemos sido fieles a nuestro sentir es cierto que a veces resulta agotador evitar la influencia de los otros. Agradecida me siento porque justo cuando Julia demandaba estar con otros niños, jugar con sus iguales, necesidad que yo no podía cubrir, la vida nos presentó la ocasión (el Perenquén).
Para ella ir al Perenquén es un motivo de alegría y allí sin sus padres está descubriendo libremente otras formas de relacionarse con los otros, está desarrollando a través del juego sus habilidades, capacidades y descubriendo lo interesante que es vivir.
Crecer, aprender y madurar son procesos naturales que no hay que inculcar solo respetarlos en el momento que ocurren.
No creemos que acabe este curso, esperamos poder estar en marzo en alguna isla caribeña, pero hasta que llegue ese momento Julia seguirá disfrutando de las mañanas jugando libremente con su nueva pandilla, a la que adoramos: Asia, Benehara, Jan, Pons, Amael, Iriome, Estrella, Laura, Daniel, Román, Laia.
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