Regreso a Mount Irvine

Tras un mes y medio fondeados en Store Bay, tomamos la decisión de levantar ancla. Nos quedaba un mes para disfrutar de Tobago (en caso de no pedir prorroga de la visa) y no queríamos irnos sin conocer otras partes de la isla.
Nuestras últimas semanas en Store Bay fueron muy animadas. El hecho de haber permanecido tanto tiempo nos ayudó a poder conocer un poco mejor la idiosincrasia y el ritmo del pueblo y de su gente. Nuestra presencia, tanto en la playa como en otros lugares que frecuentábamos (supermercados, instalaciones de la playa, kiosko de helados...) ya no era extraña para nadie y esa sensación de familiaridad es muy agradable.
En cuanto a nuestros vecinos veleros, seguimos compartiendo encuentros con los brasileños, los cuales haciendo honor a la fama que tienen de gente abierta y alegre, han sido para nosotros el punto de encuentro con otros navegantes e incluso con lugareños que se acercaban a su velero. De esos encuentros internacionales en el Petit Prince (velero de Paulo y Luisa) coincidimos en varias ocasiones con una pareja de Suecos, los cuales venían de Grenada y se dirigían con su barco hacia Trinidad donde dejarían el barco para después regresar por unos meses a su país. Ellos nos comentaron que después de recorrer el Caribe, Tobago era su isla predilecta. No es la primera vez que escuchamos estos comentarios tan positivos acerca de la isla y de su gente. La fama se la tienen bien ganada. el movimiento rasta está muy presente en la isla y su filosofía de Paz y Amor es practicada por todos sus habitantes. No he estado nunca en Jamaica pero desde luego en Tobago me hago una idea de como puede ser, aquí esta muy presente el espíritu de Bob Marley. Y no se si será por eso, pero la realidad es que este pueblo es especialmente amable y afable.
Después de levantar ancla teníamos claro que queríamos pasar unos días en Mt. Irvine, volver a nuestro punto de partida del cual nos llevamos tan grato recuerdo. La travesía duró dos horas, aproximadamente, salimos de Store Bay después de comer y llegamos justo antes de la puesta del sol.
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La sensación al volver a esta Bahía fue de paz y tranquilidad. Después de haber estado en un lugar tan ruidoso la diferencia era notoria. No había ningún otro velero fondeado y nos pareció que la afluencia de gente en la playa tanto de día como de noche había disminuido. A nosotros no nos afecto porque veníamos saciados de la vida social, nuestro reencuentro fue con el lugar. Julia se puso muy contenta cuando lo reconoció y dijo:”esta es la playa donde aprendí a nadar”. Nuestro objetivo era simple: disfrutar de los arrecifes, de su playa, recolectar fruta y cargar agua en nuestros tanques. En esta playa podíamos llegar con el bote hasta la orilla justo enfrente del grifo.
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A la mañana siguiente, nada mas desayunar, nos fuimos a la orilla donde Julia pudo disfrutar de sus deseados baños. Y de tarde, mientras ella descansaba, me dirigí con gafas y tubo a los arrecifes nadando desde el barco. En esta ocasión fui sola y me tome mi tiempo y de veras que ésta ha sido una de las experiencias más increíbles que he tenido relacionada con el mar. Tan solo a pocos metros de la orilla te sumerges en un mundo mágico, donde la cantidad de peces de colores y plantas que puedes observar son innumerables, para mi que no he hecho mucho snorkering fue una auténtica sorpresa. Me parecía estar dentro de uno de esos documentales que te muestran los fondos marinos. Después de una hora de puro espectáculo ya me volvía al barco cuando me sorprende una tortuga. Guau!!!!!! nadar tan cerca de ella hizo que me emocionara, la seguí entre los arrecifes y luego me despedí de ella. Enseguida me fui a contárselo a Julia.
Adrián al día siguiente también tuvo el honor de nadar con otra tortuga.
Hemos aprovechado esta parada para visitar, con nuestro bote auxiliar a vela, otra bahía que con el velero es inaccesible por su poca profundidad. Salimos de excursión bien temprano, paramos en el siguiente pueblo llamado Bucco donde nos dimos un baño y de ahí a motor por la costa a la Laguna Bon Accord, ¡ un espectáculo! Es una bahía que se transforma en laguna por los arrecifes que impiden que entren olas. Dentro de esta laguna, pusimos la vela nuevamente y Julia, una niña de 4 años fue capaz de impresionarse con el silencio. Dimos una vuelta alrededor de la laguna contemplando la vegetación y disfrutando de la banda sonora que reproducían las aves. Y para terminar el tour nos dirigimos a Nylon Pool, donde se dirigen todos los barcos de colores de Store bay. Recibe este nombre porque entre los arrecifes se crean unas piscinas donde el agua te llega hasta las rodillas. Es increible verte de pie, rodeada de mar y de ese paisaje. Un lugar de ensueño. No estuvimos mucho tiempo porque al poco de estar ahí, llegaron todas las excursiones, cada cual con su música a todo volumen.
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regresoirvine-velerovoyage-13 Una de las tardes que bajamos a la playa de Mt. Irviene, nos apeteció hacer una hoguera y quemar unas castañas de cayú que recogimos en la capital (Scarborough). Nos dirigimos al final de la playa donde se encuentra ya la vegetación espesa. Antes de llegar, nos para un chico y nos advierte sobre uno de los arboles que están ahí, el cual es venenoso y no se puede tocar. Le agradecemos la información y continuamos con nuestra actividad, cogemos leña caída y de un árbol seco que vemos, hacemos la hoguera, echamos las castañas y cuando están quemadas apagamos el fuego. El resultado fue un desastre, pues la castañas estaban chamuscadas y la mayoría no se podían comer. Pero el caso es que de repente caigo en la cuenta y le pregunto a Adrián si la leña que usamos no era de aquel árbol venenoso (habían varios juntos y nos entró la duda de cual era). La verdad es que a mi me entró el pánico, esperamos un rato y no teníamos síntomas, pero yo no estaba tranquila. De regreso al barco buscamos en internet más información y descubrimos que es un árbol realmente peligroso. En español se le conoce como la manzanilla de la muerte. Si comes el fruto es muerte segura, tocar su tronco te irrita la piel. Incluso en caso de lluvia te recomiendan no refugiarte debajo de ellos, la lluvia se transforma ácida. Durante la conquista, parece ser que fue la causa de la muerte de muchos españoles, ya que los indígenas envenaban sus dardos y además lanzaban sus frutos al mar para que se los comieran. regresoirvine-velerovoyage-06
regresoirvine-velerovoyage-07 En cuanto a la inhalación del humo describía síntomas como ceguera temporal. Dicen que los síntomas son inmediatos así que me quedé mas tranquila pues los tres nos encontrábamos bien. Finalmente quedó en un susto. El nombre de este árbol es: Manchineel. Existen carteles advirtiendo de sus peligros y en otras playas hemos visto que le pintan el tronco para distinguirlos. regresoirvine-velerovoyage-09
A parte de todas estas experiencias, recordaremos este lugar por los atardeceres que hemos disfrutado desde el barco.
Pero no lo hemos disfrutado solos, resulta que tenemos un grillo como compañero de viaje, el cual empieza sus cánticos en cuanto se esconde el sol. No se cómo ha llegado ni cuánto durará en nuestra cubierta pero mientras esté, nos recreará nuestras puestas de sol.
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Hemos pasado 5 días en este lugar, ahora sí podemos dar el siguiente paso: Charlotteville.

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