Despedida Tobago

En esta ocasión no voy a describiros ningún lugar nuevo. En el anterior post, os conté lo impactado y a gusto que estábamos en Charlotteville, un lugar que nos aportaba mucho bienestar. Pero lo que hizo realmente dura nuestra partida, no fue dejar atrás sus paisajes,  sus frutas,  y sus aguas sino despedirnos de la familia Kane. Ya os la presenté en el último artículo, la mamá se llama Marta (brasileña), el papá Brian (irlandés) y los hijos Seamus y Bianca (nacidos en Australia). Ellos pusieron la guinda al pastel de esta entrañable estancia, tanto Adrián, Julia y yo coincidimos en considerarlos  amigos de esta nueva etapa. Hemos conocido y encontrado a mucha gente pero las relaciones son así, mágicas, a veces encuentras a alguien y chas!!! conectas hasta tal punto que en cuestión de pocos días parece que hace años que compartes amistad. Esto no sucede con todo el mundo, al menos es mi experiencia.
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Yo divido mi vida en capítulos y en cada uno de ellos aparecen personajes fundamentales que me van marcando y aportando energía para seguir mi proceso de crecimiento personal. Me considero afortunada por haberme cruzado con todos ellos y a pesar de que nuestros caminos a veces se separan porque no coinciden, pensarlos y sentirlos es suficiente para alimentarme con su amistad. Pues bien, esta familia ha pasado a formar parte de mi historia, ya son unos personajes más de mi vida.
Con ellos, hemos compartido muchos momentos; asaderos en la playa, comidas en el barco, paseos por los alrededores y muchas conversaciones en las que descubrimos que teníamos una visión del mundo bastante similar.
Las últimas semanas en Charlotteville fueron especialmente divertidas, no solo por la compañía de éstos, nuestros queridos vecinos, sino por la llegada de otros dos barcos franceses  repletos de niños. Uno de ellos se marchó en unos días, pero la familia de Natalie y Philippe permaneció con sus dos hijos. Con ellos también a pesar del poco tiempo que fuimos vecinos en la misma bahía, compartimos bastantes encuentros.
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No obstante, existían tres razones que nos hicieron tomar la decisión de partir a Trinidad :
  • Sacar el barco del agua para pintarle el fondo con antifouling, Voyage estaba ya sin pintura después de dos años y un cruce del océano. Ésto había que hacerlo en Trinidad, puesto que en Tobago no hay varaderos ni marinas.
  • Pedir la famosa extensión de nuestra visa en Puerto España (capital de Trinidad), argumentado que necesitábamos hacer trabajos de mantenimiento en el barco.  Lo cual es una realidad, pero otra razón por la que queríamos solicitarla  era esperar a que  pase la época de huracanes (lo que no sabemos si sólo esta última es una razón para que te la concedan).
  • Resolver la renovación del pasaporte Uruguayo de Adrián, que después de muchas averiguaciones sabemos que el consulado más cercano está en Caracas, siendo posible viajar a este país desde Trinidad. Posible pero nada fácil.
Llegamos a Charlotteville a mediados de Junio con la intención de quedarnos nuestros últimos 15 días, puesto que nuestra visa inicial de 90 días cumplía el 30 de este mes. Con diferentes visitas a la oficina de inmigración conseguimos posponer nuestra marcha hasta el 30 de agosto. Después de que le explicáramos lo que pretendíamos hacer (sacar el barco en Trinidad). Con ésto nos daban una siguiente cita  que prolongaba nuestra estancia legal hasta esa fecha. Esta última cita nos dejaba margen para permanecer un poco más en Charlotteville, pero desde Scarborough nos dijeron que resolviésemos la extensión con tiempo, porque desde Tobago no podían hacerlo, puesto que al usar como justificación la varada del barco, necesitan una carta del varadero en la que confirmase que el barco había contratado sus servicios para dicho fin y dicho varadero se encontraba en Trinidad. Así que decidimos marcharnos a finales de Julio para resolver este tema. Después Adrián sugirió alargar una semana más y pasar mi cumpleaños en este ambiente, lo cual me pareció buena idea.
Ya teníamos otra excusa para organizar otro encuentro. Como nuestro barco no es muy grande para acoger a mucha gente, decidimos hacer un asadero en la playa. Adrián se ofreció para hacer pizzas y fue todo un deleite comerlas a la brasa en una playa espectacular acompañada de gente estupenda. Hacía mucho tiempo que no celebraba un cumpleaños. Me cantaron el cumpleaños feliz en 4 idiomas (español, portugués, inglés y francés). Fue un encuentro especial, no solo porque  me tocaba una cambio de década, (los 40) sino por celebrar el que hubiésemos coincido todos los que ahí estábamos presentes en ese lugar.
despedidachar-velerovoyage-01 Dos días después nos marchamos, no sin antes aprovisionar el barco con todos los manjares de la bahía. Organizamos varias salidas para recolectar fruta, de esto se encargaba Adrián que quedaba con Brian e iban los dos de expedición. Llenamos los tanques de agua y todas las garrafas que pudimos con agua del manantial. Y el día 4 de Agosto salíamos de la bahía con mucha pena. Nos despedimos varias veces de la familia Kane esperando volver a verlos pronto. Yo acabo de empezar a navegar, ellos llevan 18 años sobre un barco e imagino que se habrán hecho a las despedidas, pero para mí ha sido la primera y cuesta. Imagino que  los encuentros y desencuentros forman parte de la vida del navegante. despedidachar-velerovoyage-06

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